Retazos

Añoro los días soleados  antes del amanecer distante...
Cuando uno podía libremente reír, llorar, jugar y demostrar todo su afecto.
Sabía que las llamadas de atención, "retadas", no tenían el mismo efecto
pero, aún así, era lo más bonito que viví...

Fue también cuando descubrí mi primer sollozo,
aquel que me hizo hinchar el pecho arrebatadamente 
de algo que no sabía en ese entonces. En pequeño  esbozo
puedo decir que eso era amistad.
Sin embargo, no la pude demostrar a toda cabalidad.
Había cierta barrera, intrínsecamente, que me lo impedía.
¿Miedo? ¿Inocencia? ¿Altivez? ¿Cobardía?
Nunca volví a repetir más ese día… 

Erase ya una costumbre todas las tardes
comer pedazos de budines, ¡y muchos panes!
Leche entera, tomándose a mil caudales 
hasta que mi boca quedose toda empapada.

Dicha tarde era llena de superhéroes, que ahora muchos no dan razón.
Me identifiqué con sus colores vivos al instante:
Un rojo carmesí siempre altivo y pedante;
delicada, amena, la ola añil;
rugidos con un cierto estilo áurico;
el bisontesco negro que lanzaba furia mil;
un verde esmeralda, tierno y pacífico.
Y uno sin color. Su armadura era de metal, con gran corazón.

No habían dificultades,
ni peleas fraternales,
ni si quiera conflictos sentimentales
mucho menos malas amistades.

También fue el comienzo de mis esporádicas gulas.
Con uñas de gato en la izquierda
y una caja de cartón a mi derecha 
que creía tenía gracia, felicidad.

Percibí haber visto ya aquellos edificios.
No lo entendía. Yo recién vivía.
¿En mi tierna edad, alucinando estuve?
¿Cuantas cosas a guardar mantuve?