Toda el aula gritaba de alegría hoy. No, un momento, esto ya era una costumbre. Era algo normal entre nosotros, una cosa de todos los días. Nuestro destino no era la gran cosa, pero a nuestra edad era lo mejor de mundo.
Íbamos a una especie de parque. Bueno, aun no era parque, le faltaban muchas cosas todavía. Era demasiado extenso. Lo que me gustaba de ese lugar era que tenía una vista al rio. El nombre del río se me hacía difícil pronunciarlo, pero me dijeron que tenía casi el mismo nombre que la ciudad.
La hora de salida había marcado, y todos debíamos irnos hacía nuestros hogares. Como siempre, tuve que esperar mucho para que me recogieran. Hasta hacer tiempo, me puse a jugar con las piedritas que se hallaban debajo de los columpios. ¡Ese sonidito que hacían al chocar unas con otros era de lo más lindo! Pero, de la nada, empiezo a oír ciertos ruidos del aula continua. Sin tiempo que perder, me dispuse a ir allá.
Un niño, probablemente de mi curso, estaba recostado en el pupitre. Repentinamente, me nació preguntar por su estado de ánimo. Cuando me dijo "eso" no lo podía creer. Me di cuenta que no era el único que recibía desafueros cada día. En ese instante, sentí una mezcla de coraje, miedo, dolor y algo de júbilo. Fue la primera vez que me pude identificar con alguien, emocionalmente hablando. Empero, era presa del miedo al no saber qué hacer. Tras segundos de pensar entendí, someramente, lo que debía de hacer. Extendí mi mano, lentamente. Hasta que de pronto, alguien tocó mi espalda. Ya era hora de que me retirara a casa. Lo último que recuerdo fue su cara, roja, sumergida en llanto. Tuve la pequeña esperanza de volverle a ver mañana. Toda la tarde estuve ansioso por el día siguiente. Se preocuparon mucho por estar así, pero no me importó. Solo quería que llegara el mañana.
Y al día siguiente, no lo pude ver más.

Conmovedor... :(
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