En ese cuartecillo bicolor;
llegó a mi nariz ese tenue olor
que hizo mis sentidos agudizar.
Heme transportado al aquel pastizal
donde un día percibí esa esencia;
activó la feromona (maldita ella)
que hizo mi espíritu entrar en querella.
Y figurárseme ante mí, repentinamente,
el árbol de la dicha y el sosiego;
cada hoja que desprendía elevaba mi anhelo
de algún día abrazarlo lentamente.
Sentía que me hablaba, sentía que me quería;
pues tras él solía silbar el estrepitoso céfiro
que agraciaba su rigidez, frialdad, y apatía:
Secretamente, era lo que yo envidiaría.
Sin embargo, su dura mirada forjaba la paz
que un día hizo mi cuerpo temblar;
y sus ramas, cual acerbas espinas, solían alcanzar
mi quejumbroso cuerpo que gustaban de maltratar.
una peculiar flor se empezó a desprender,
ese añil y fragante efluvio que pude oler:
Era eso mismo que hizo mis sentidos entorpecer.
Cogí sus pétalos, cual manos, como las mías;
me congeló su prisma, cual mirada sombría;
Se cerneaba su cáliz en aviso de vendaval,
erizó mis sentidos de una manera audaz.
Múltiples veces se desprendía de aquel árbol,
muchas veces alisado y firme, cual fino mármol,
tocaba y aromatizaba mi desdichado lecho
e hizo levantar la sonrisa que me habían desecho.
El árbol crecía más fuerte, más vigoroso,
más ameno, más codiciable, más frondoso;
pero al mismo tiempo, era el más envidiado.
Y empecé a sentirme algo menospreciado.
Una intrépida francesa me mencionó de paso,
algo que él callaba, algo que él guardaba;
y era ese sentido de la lascivia y el falso
afecto que , poco a poco, me murmuraba.
Y fue cuando mi mundo empezó a teñirse, sagazmente,
de un pigmento todo difuso, todo borroso;
mis pupilas se dilataron, e irremediablemente,
tenía que hacer algo, un poco estrepitoso.
Una noche, tranquilamente perfecta,
una noche, aparentemente recta,
pude figurar ante mí un ligero almíbar
que chorreaba, ante el árbol, sin saciar.
Al día siguiente, él andaba perturbado,
pues su leñoso cuerpo había sido gravemente mancillado;
¡Oh Dios mío! ¿Quién os osa ultrajar, cual vil
saltimbanqui, a mi árbol de manera soez y poco hábil?
De mi cara brotó ese cristalino y puro manantial,
que hacia erosión ante cada escarpado peldaño
que se aparecía, ineludiblemente, en mi rocoso facial.
Aunque, yo me prometí que nada le haría daño.
Ardía, iracundamente, por su dolor;
sollozaba, intranquilamente, por su aflicción;
sufría, fuertemente, por su rotunda decisión;
condolía, furtivamente, toda su situación.
De repente una pesada maleza lo empezó a asediar,
ya el inclemente árbol no fue divisible a mi ser,
y aquella unívoca flor nunca volvió a caer:
"Hermosa, linda, amena, no te dejes acechar".
Ya mis fuerzas se agotaban, ya mis lamentos se extinguían,
y me conformé con la cruel indiferencia de la naturaleza
que cada vez se me reía bárbaramente (y con toda crudeza).
Pero sentí que esto me pasaría algún día.
Sosegado frente al río, me quedé levemente atónito;
puesto que el ocaso no fue como cualquier otro.
El tórrido sol hacía centellear la sublime vertiente,
y portentosamente hizo olvidar mi ansia existente.
Y cuando estuve a punto de desfallecer en mi ilusión,
sentí que alguien me hizo entrar en razón.
No estaba alucinando, no estaba ofuscado;
pareciera que fuese lo que he estado buscando.
Adornado en sí por pulcros lirios y fastuosas amapolas,
era el mismo espíritu del bosque, encarnado en un puro niño.
Y fue cuando éste dijo: "No estoy aquí por un simple hola,
sino para darte un mensaje de aquel quien diste cariño ."
"Acelera tu camino, ¡oh valerosa alma benévola!
Que a cientos de pasos, el bosque llora de zozobra
al ver arruinarse su más prodigiosa obra".
Entonces yo corrí tras el vaivén de la más grande ola.
A punto de oscurecer, volé a la par como un colibrí;
a punto de retraerme, henchí mi pecho como un cormorán.
Hasta que alcancé mi meta, pero luego pude percibir
al protervo que le hizo, arduamente, sufrir.
"¿Quién eres, y por qué laceras mi árbol?", exclamé llorando;
"Este es mi trabajo, no diré más", respondió frustrado.
Me le abalancé para poder detenerlo, sin remordimiento;
pero él, al parecer, tomó el primer movimiento.
La punzante hacha rebanó el cuerpo leñoso,
y las grietas se batían a un son resquebrajoso;
el dolor fue canalizado por nuestra efímera conexión,
pues sentí una saeta traspasando mi corazón.
Me postré al suelo, presa del miedo y la aflicción;
grité al refulgente cielo, pidiendo clemencia.
Tapé mis ojos para no ver tremenda aberración;
quería que la naturaleza haga su propia sentencia.
Y en medio de mi oscuridad recóndita,
sentí una gran sacudida, que hurgó todo mi ser;
Abriendo mis ojos, yo no lo pude entender…
Aquel que repugnaba, acababa de fallecer.
En medio de la polvareda, mi amigo árbol calló a la par
de aquel cuya cara no debería recordar;
después de todo, el ambiente al fin le dio su merecido
al pobre menesteroso que de mi amado había ofendido.
Abríase entonces el majestuoso claro de luna,
y en medio de éste, ese espíritu que me llenó de entero capricho.
Aquel que agradecería todo lo que había dicho…
¡Debía de hacer algo sin duda alguna!
Y cuando estaba a punto de abrir mi boca,
me vi embrazado por su cálida pureza,
pues era su manera de agradecer mi hazañosa braveza.
Ya no conservaba mi cuerpo nada de tristeza.
Posteriormente, viéndonos cara a cara, el niño pronunció:
"No sabría cómo premiar tremenda acción la de hoy,
pero te daré algo que te llenará de mucha emoción.
No lo eches a perder, tenlo en el bolsillo de tu corazón".
Mansamente de arriba, caía como una espiral
esa flor que tanto quería, esa flor que tanto soñaba.
Con sus pétalos tan firmes, ella se ondeaba
con el ventarrón nocturno que la noche aguaitaba.
Tuve el tesoro más preciado, que en mi mano yacía;
sentía como si hubiese comido la divina ambrosía;
ese sutil olor llegó a mí de nuevo,
no había cambiado en ningún tiempo.
Y así fue como, mágicamente, salvé de apoco a la naturaleza.
Fue algo extraordinariamente mágico, toda una proeza.
Una larga, y valiosa, historia que contaría de poco en poco,
y de como pude percibir, el dulce olor del heliotropo.
Vaya, qué inspirado!! Está muy interesante este... poema? Pues no sé como llamarlo pero me gusta mucho. Tiene muchas imágenes, es simbólico... Me deja pensando. Genial, sigue así!!
ResponderEliminarYo lo llamo poema-historia. Lo hice para un concurso, pero no quedó.
EliminarY bueno, gracias por comentar ^^